Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo.
- Berenice Moreno
- 18 jun 2016
- 3 Min. de lectura
La maestra Mari se prepara para emprender el viaje con destino a la ciudad de México, sitio donde desde hace algunos días se mantiene un plantón encabezado por maestros.
Con enmarcada tristeza, la maestra Mari se despide de su esposo y acercándose a sus hijos les da un beso, sus pasos son pausados no quiere interrumpir el sueño de sus pequeños que cansados del ajetreo diario duermen cándidamente.

La oscuridad de la noche la acompa
ña en su trayecto al vehículo que ya la está esperando, lleva consigo lo indispensable; una cobija, artículos de aseo personal y muchos sueños por defender.
El frío de la noche cala hasta los huesos; al llegar, saluda a sus compañeros y se acomoda en uno de los asientos vacíos, las caras sonrientes de sus acompañantes hacen que olvide por algunos momentos que su familia se ha quedado y que una vez más no podrá estar en el futbol con su hijo, no abrazará a su pequeña de tres años. Las lágrimas invaden sus ojos, respira profundo y se dice para sí misma “claro que vale la pena el esfuerzo, mis alumnos también son mi familia y por ellos se vale luchar”.
El autobús inicia su marcha, las luces de la ciudad se van quedando atrás, la carretera luce casi desolada, salvo por las patrullas que se encuentran en diversos puntos ‘cuidando de la integridad de los ciudadanos’. El viaje transcurre entre plática y risas. Mari fija la mirada en la negrura de la noche, tararea la melodía que se escucha de fondo musical y esta vez la melancolía la traiciona, recuerda su escuela, las necesidades que hay en ella, la mirada de sus alumnos, el optimismo de los padres de familia, que ilusionados con poder cambiar sus condiciones de vida, sacrifican todo por mandar a sus hijos a la escuela; hay veces que se quedan sin comer, el dinero no alcanza, y entonces Mari llora; por sus morenas mejillas corren lágrimas de dolor, rabia, impotencia y también de alegría.
La noche sigue su curso, el vehículo avanza, las voces al interior de éste se van apagando y son apenas perceptibles, leves susurros que animan a cerrar los ojos y esperar un nuevo día, uno que sea distinto, donde la equidad y la justicia no sean solo palabras, sino hechos, donde no haya que enfrentarse a ciudadanos inconscientes que sin entender la reforma educativa y el porqué de los plantones, critican a los docentes, tachándolos de agitadores y revoltosos.

Al llegar la ciudad los recibe semidormida. Tendidos en la carpeta asfáltica se encuentran cientos, miles de docentes que al igual que Mari han salido de sus hogares dejando a sus familias, para defender sus derechos y luchar por los sueños de su segunda familia, SUS ALUMNOS.
Improvisadas casas de campaña echas de lonas y cartones, ahora hogares de los docentes se levantan impetuosas entre los edificios de la ciudad, algunos duermen, otros toman café, platican, leen, buscan algo que los saque de la monotonía de sus pensamientos, que amenazan con boicotearlos. Y es que los maestros son seres humanos que sienten, extrañan y desearían estar durmiendo en sus hogares con sus familias, pero el gobierno ha puesto en peligro sus derechos.
El astro rey empieza a salir, sus rayos cargados de nuevas energías levanta a quienes se encuentran dormidos y adormila a los desvelados. El desayuno debe prepararse, hay que alimentar el cuerpo, lo que haya es bueno.
Las horas pasan monótonas y los segundos se convierten en años. Para aprovechar el tiempo hay quienes asisten a clases de baile o toman nuevamente el libro e intentan leer, charlar, lavar, cocinar y esperar.
El cansancio por los días sin dormir adecuadamente, la preocupación por la familia y la escases de víveres se nota en la mirada de los manifestantes. Con el paso de las horas unos llegan y otros se van; también deben planear sus clases, regresar a sus aulas y enseñar a sus alumnos. El plantón no es pretexto para dejar de asistir a sus escuelas.
Es así como la maestra Mari luego de 24 horas de apoyo regresa a casa, ha sido un largo día, su cuerpo le exige descansar, pero las tareas profesionales y del hogar no se lo permiten. El reloj marca la una de la mañana, Mari ajusta la hora de su despertador y se dispone a dormir. ¿Y tú aún sigues pensando que los maestros no tienen nada que hacer y por eso realizan marchas y plantones?
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