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¿Viva México?

  • Por: Berenice Moreno
  • 12 sept 2015
  • 3 Min. de lectura


¡Lleve sus banderitas!, ¡a cinco pesos!, ¡llévela güerita!, póngala en la azotea de su casa y salga el 15 de septiembre a gritar ¡VIVA MÉXICO!


Qué, ¿por qué gritamos eufóricamente?, esa frase, nadie lo sabe con exactitud. Pero la respuesta llega cuando se llena el zócalo –lugar emblemático para los mexicanos, igual se festejan triunfos que derrotas- de la ciudad de México con “harta gente”, sale el Presidente de la República y todos corean ¡VIVA!


La causa de la celebración es, dicen, que para festejar la independencia de México, para agradecerle a quienes lucharon para que esto sucediera y, para ¿por qué no decirlo?, ponerse “hasta atrás” con las micheladas que venden en cada una de las esquinas, para pintarse la cara con los colores patrios y, así, demostrar que somos bien mexicanos, para recordarle a quien nos caiga mal un 10 de mayo. Durante las vísperas del 15 y 16 de septiembre todo el mundo hace lo que quiere, porque el mexicano es así, fiestero, dicharachero y, sobre todo, es en estas fechas cuando le entra el espíritu mexicano, e igual, puede gritar ¡vivan los niños héroes que nos dieron patria y libertad”, o bien, corear un tan conocido “VIVA YO”.


En la actualidad dar el grito implica encontrarte en las esquinas a jóvenes y adultos consumiendo litros, cartones, barriles de cerveza, solo porque se sienten muy mexicanos y, porque este día, es el indicado para sacar al mexicano que llevan dentro y demostrar quién puede beber más, quién se liga a la chica más buena o, simplemente, quién hace lo que quiere para retar a las autoridades.


Pero, ¿realmente, la situación en la que se encuentra el país amerita un festejo?, ¿para quién?, ¿para qué celebrar? Seguramente, muchos de nosotros nos hemos hecho esta pregunta ¿vale la pena salir a celebrar?, ¿a celebrar qué? Que vivimos en un país donde la población se muere de hambre, que mientras unos comen en los mejores lugares otros no tienen nada que llevarse a la boca, en donde a cada tres, dos o un minuto los noticieros transmiten notas como: se encontraron 10 fosas, cinco mil decapitados, un periodista asesinado, un túnel secreto por donde se ha escapado fulano, sultano y mengano, que faltan 43, que el sueldo no alcanza ni para una torta de migajón, que no hay seguridad social, que nos estamos cayendo a pedazos y todos cerramos los ojos como no queriendo ver lo inevitable, que somos considerados uno de los destinos turísticos más peligrosos, que quienes nos visitan lo hacen bajo el riesgo de aparecer flotando en un río de aguas negras. ¿Estas y otras problemáticas son las que celebramos, las que nos hacen sentir orgullosos del país en el que vivimos?


México es un país rico en muchas cosas, vale la pena que, quienes vivimos en él, lo respetemos y hagamos de esta celebración, un festejo que valga la pena, no una conmemoración que dé pena.


No hagamos las cosas solo por costumbre. Nadie se percatara si este año no bebes más de lo indebido, en cambio, sí se notará si estas ausente en la celebración, en la que, como te habrás dado cuenta, no hay nada por celebrar, que ovacionen los que no se notan la falta de equidad en el país. Los verdaderos mexicanos no festejamos el dolor ajeno, nos unimos a él.

 
 
 

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