Doce años de periodismo independiente
- Berenice Moreno
- 15 oct 2015
- 3 Min. de lectura
Mi día empezó como cualquier otro, me desperté con ganas de no levantarme pidiéndole al reloj que detuviera las horas y me dejará cinco minutos más en la cama, cinco minutos que hacen la diferencia entre dormirte en el camión y permanecer despierto.
De mala gana salí a darme un baño, el agua fría, removió mis sentidos e hizo despertar mi adormilado cuerpo. El olor a café recién hecho inundo mis sentidos, me motivó a vestirme de prisa corriendo de un lado para otro –como siempre mis rebeldes cabellos, me impidieron llevar un peinado aceptable–.
Baje a la cocina e inicie a desayunar, de pronto fije la mirada en el reloj, ¡las siete de la mañana!, ¡oh, no! Demasiado tarde, ya no me da tiempo de deleitarme con el café. Corrí desesperada por la grabadora y la cámara y salí a toda prisa.
Al llegar al lugar de la cita, mi fuente aún no se encontraba, respiré aliviada y me senté a esperar. Pasaron veinte minutos y no aparecía por ningún lado. Saque el teléfono y marque su número, del otro lado de la línea me contestó una voz que exclamó –en cinco minutos llego–, minutos que se convirtieron en media hora, durante la que saque un libro, busque la página y me dispuse a leer.
Concluida la entrevista, corrí rumbo a la terminal de autobuses, pedí a toda prisa un boleto “a El Oro”, el empleado de la taquilla expresó: el autobús sale en media hora, maldecí, y cancele mi petición. Salí del lugar en busca de un taxi, al encontrarlo le pedí al conductor que se apresurará para llegar lo antes posible, éste me preguntó que si tenía prisa, afirme con la cabeza y cheque la libreta de apuntes “evento a las 12:00 pm, son las 11:45, definitivamente no llegaré”, busque el celular entre mis cosas y marque para avisar que iba retrasada, ‘lo sentimos el saldo se ha agotado’–no puede ser–, exclame frustrada.
Pasadas las 3:00 concluyó el evento, los organizadores se acercaron para invitarme a comer, excusándome salí del lugar de regreso a Atlacomulco, donde me esperaba una manifestación a la que tenía que darle cobertura. Con el sol cayendo a todo su esplendor camine con los inconformes, tome fotos, recabe audios y me marche a la oficina, ya ahí revise redes sociales, mande correos, pedí datos, marque por teléfono, e inicie a redactar lo recabado durante el día.
Las seis de la tarde, hora de regresar a casa, de pronto el celular sueña “necesito que vayas a Ixtlahuaca hay un evento y requiero la información a más tardar a las ocho de la noche”. Intente decir algo, pero el bip, bip del teléfono me lo impidió.
Tome el autobús y me dirigí al lugar donde ya me estaban esperando. Nueve de la noche por fin ha concluido mi día. En la terminal el último autobús ya había partido – ¿y ahora cómo me regreso? –.
Decidí buscar un taxi que cobraba una cantidad escalofriante, tras pensar un momento decidí optar por contratarlo, la noche estaba cayendo y debía llegar a casa.
Ya en mi hogar y luego de comer revise el celular: “Mañana hay que estar a las siete en San José del Rincón, Pedro pasará a San Felipe por ti a las 6:30”, ¡pero si son las doce, a qué hora piensan que voy a dormir!, me acosté de mala gana deseando que el día siguiente fuese menos cansado. Al cerrar los ojos vinieron a mi mente los recuerdos de aquellos sueños que se tienen cuando recién se sale de la universidad queriéndose comer al mundo, soñando con ser el periodista que el mundo esperaba, dirigir, conducir o redactar.
Ser periodista resulta una tarea complicada pero motivante para quienes la ejercen con amor, esta profesión exige disciplina, constancia, paciencia y rapidez.
En el periodismo se cuentan historias de vida, narras una realidad latente y muchas veces lacerante para la sociedad, investigas, interpretas, te nutres, evocas recuerdos, a veces te desgastas pero siempre te fortaleces.
A lo largo de los años que he fungido como parte de este mundo del periodismo, he escuchado distintas anécdotas que han servido a mi persona para crecer como ser humano, agradezco a cada una de mis fuentes que me han proporcionado información que siempre vale la pena dar a conocer, llegue aquí siendo una joven universitaria y hoy puedo decir que he aprendido mucho más con ustedes que con las clases impartidas en un aula.
A doce años de la creación de este medio quienes han formado parte de él sabemos que aún hay miles de millones de historias por narrar, que esto no termina aquí y que mañana habrá nuevas cosas por transmitir. Finalmente ese es el fin de un periodista; dar a conocer lo que acontece en el pequeño mundo que decidió vivir y desde el medio para el que trabaja.
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