¿Niñas embarazadas?
- Por: Berenice Moreno
- 26 sept 2015
- 3 Min. de lectura
Cuanto más joven sea la madre, mayor es el riesgo para el bebé.

María, es una adolescente de 16 años, estudiante de preparatoria, originaria de una comunidad aledaña al municipio de El Oro. Sus padres son campesinos y procrearon 9 hijos, de los cuales, ella es la menor.
Recientemente ingresó a la preparatoria de su comunidad. Hace 5 meses se enteró que daría a luz. María expresa que ha sido complicado para sus padres aceptar su realidad y más, cuando han asumido la responsabilidad que se negó a aceptar el padre del bebé, pues negó su paternidad “cuando le dije que estaba embarazada me dejó de hablar, hemos intentado buscarlo pero su familia nos dice que ya no vive con ellos”.
Con tan solo 16 años María, será una madre joven y, a pesar de querer continuar con sus estudios, se ve en la necesidad de abandonarlos, debido a que no cuenta con recursos para pagar una guardería.
María narra que ser madre es una de las experiencias más motivantes, no esperaba quedar embarazada, pero la falta de información la llevó a tener relaciones sexuales sin protección “en mi casa nadie habla de temas sexuales y, aunque en la escuela te dan pláticas, no es lo mismo. Pero no me arrepiento, a pesar de saber que no era el tiempo para ser madre”.
Además de las presiones familiares, María tiene que enfrentarse a ser señalada como ´libertina´ por la sociedad, dice que, seguramente, esto dificultará que en un futuro pueda tener un marido y formar una familia.
María lleva a cuestas su pesada mochila llena de útiles escolares y de sueños interrumpidos por una decisión precipitada “hay que aprender a decir no y a poner límites, pronto seré madre, pero aún me gustaría jugar con mis amigas y no tener la responsabilidad de cuidar de mi hijo”.
En los últimos días es común ver a las adolescentes caminar por la calle con uniformes escolares y, bajo el suéter holgado, esconder un avanzado embarazo.
Cada año, más de 500 mil jovencitas mexicanas tienen un embarazo no deseado. México ocupa el primer lugar a nivel global con el problema de embarazos no deseados en adolescentes de entre 12 y 19 años, de acuerdo con datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
En países de ingresos medianos y bajos, más del 30 por ciento, como es el caso de México, las adolescentes contraen matrimonio antes de los 18 años, y cerca del 14 por ciento, son madres desde los 15 años. Los embarazos en la adolescencia son más frecuentes en comunidades rurales, donde las y los adolescentes, no saben cómo evitar el embarazo, pues en muchas comunidades, no hay educación sexual y los métodos anticonceptivos, difícilmente son utilizados por las adolescentes activas sexualmente.

Los embarazos en la adolescencia son uno de los factores de deserción escolar, pues el 80 por ciento de las adolescentes embarazadas abandona sus estudios. En el país, una de cada tres mujeres no cuenta con ingresos propios, lo que contribuye a que las jóvenes abandonen sus estudios para trabajar y sostener a su familia (y los hijos que lleguen a causa de un embarazo).
Además de la pobreza, el riesgo de una violación, la violencia intrafamiliar y el bajo nivel educativo, son factores determinantes para que se dé un embarazo no deseado. De acuerdo con el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), el 55.2 por ciento de los jóvenes vive en pobreza en la República Mexicana, lo que hace más vulnerables a niñas.
Consecuencias para la salud
Las complicaciones durante el embarazo y el parto son la segunda causa de muerte entre las muchachas de 15 a 19 años en todo el mundo. La procreación prematura aumenta el riesgo, tanto para las madres, como para los recién nacidos. Los bebés de madres menores de 20 años se enfrentan a un riesgo del 50 por ciento superior de mortalidad prenatal, o de morir en las primeras semanas de vida. Cuanto más joven sea la madre, mayor es el riesgo para el bebé.
El embarazo en la adolescencia puede, también, tener repercusiones sociales y económicas negativas para las jovencitas, sus familias y sus comunidades. Una adolescente con escasa o ninguna educación tiene menos aptitudes y oportunidades para encontrar un trabajo.
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