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Limosneros y con garrote

  • Por: Nabil López
  • 27 jun 2015
  • 2 Min. de lectura

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Pueden ser niños, mujeres, enfermos o adultos mayores en su mayoría. Ellos son parte de la vida diaria del municipio de Atlacomulco, y si pones atención, los podrás ver a diario en tú camino, desde que sales de la terminal hasta que llegas al centro de Atlacomulco en cada esquina, en un semáforo, en los portales y siempre, por lo menos uno, está en alguno de estos lugares, pero eso no es lo más relevante, sino que el número de ellos se incrementa con el paso del tiempo, sin siquiera notarlo.


Sí, los limosneros son esas personas que a veces ignoramos y preferimos fingir que no están ahí, o que son una extensión del municipio que no merece atención alguna, tal vez por indiferencia o, porque simplemente, no nos interesa o resultan molestos.


La sociedad se ha vuelto desconfiada, incrédula e indiferente ante situaciones de miseria y pobreza extrema, prueba de ello son los comentarios que hacen cuando se les pregunta sobre lo que opinan de los limosneros “fingen enfermedades, no necesitan el dinero para lo que dicen necesitarlo, sus familias tienen dinero, que ellos los mantengan, ellos son una pequeña empresa que se dedica a estafar al pueblo con su falsa necesidad”, etcétera.


Sin embargo, aún existe la duda y muchas preguntas sin resolver ya que no se explican de qué manera llegan y se van del municipio. Las suposiciones continúan. No obstante, la señora Patricia Gómez, habitante del municipio de Atlacomulco dice que muchos de los limosneros que se ubican en puntos estratégicos de la cabecera municipal, “en realidad no tienen necesidad de mendigar unos pesos porque he visto que, inclusive, familiares o amigos pasan por ellos en autos al terminar su jornada”.


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Además, agrega la señora Patricia, “si se les ofrece algún alimento o algo parecido, no lo aceptan, hasta se ofenden cuando alguien les da algo así y con mala cara responden: “yo quiero dinero”. Es por esa razón y otras más que la gente se vuelve indiferente e incrédula de la gente que pide limosna; y tal vez tengan razón al adoptar esa actitud, pues con respuestas de ese tipo se duda mucho de la verdadera necesidad de los limosneros.

Mientras unas personas consideran que los que piden limosna son estafadores, otras más sí creen en su necesidad y se preguntan ¿por qué el gobierno municipal aún no hace nada para remediar su condición, cuando se jacta de tener muchos programas contra la pobreza extrema o situaciones de marginación?; ¿por qué la ciudanía los ignora?


Las 2 caras de la moneda están en el aire. Sin embargo, cada quien decide qué creer y qué hacer, ayudar, ignorar o simplemente dejar que las cosas sigan como hasta ahora, gente con una aparente necesidad de dinero (no de comida) pidiendo limosna en la calle y la sociedad apática e incrédula ante la costumbre de ver diariamente gente necesitada, no sólo de dinero, sino también de comprensión y ayuda.


 
 
 

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