La integridad de la infancia, no es un juego de niños
- shiguari
- 27 jun 2015
- 3 Min. de lectura
Todavía no cumple los diez años, y ya tiene claro que debe trabajar para poder ayudar con los gastos familiares. Para él las vacaciones de Semana Santa se convierten en días de trabajo.

“Aquí no existen las vacaciones o por lo menos no como todos las conocen”, dice al cuestionársele sobre el tema. Y cuando se le pregunta sobre el festejo del día del niño, entrelaza sus manos, baja la mirada y expresa:
“Pues en ocasiones los maestros de la escuela nos traen dulces y pastel, pero como somos muchos no nos alcanza”.
Su mirada se pierde por unos segundos y agrega:
“Los niños de las comunidades no tenemos derechos a que se nos festeje…eso solo ocurre en las ciudades, o en la tele”.
Todos los niños tenemos igualdad de derechos pero a quién le va a gustar venir hasta acá si está bien lejos. El camino es largo, por eso cuando yo crezca me iré a trabajar a Querétaro o a México, para traerles juguetes a mis hermanos y que no se queden con ganas de jugar.
“Ser niño en estos días es complicado, hay quienes tienen todo y abemos quienes no tenemos nada”.
Pablito es un pequeño de 9 años, originario de San Francisco Shaxni, comunidad situada a 45 minutos de la cabecera municipal de Acambay, donde nos dan la bienvenida enormes árboles y la mirada desconfiada de sus habitantes. El centro de la localidad cuenta con un pequeño kiosco, en donde según lo que cuentan los vecinos, en las tardes se reúnen los pequeños para jugar a las canicas, al trompo y organizar una cascarita, que más tarde se disputa en la cancha situada a escasos metros de ahí. Cancha que se encuentra en pésimo estado, las redes de la portería se caen a pedazos y ni qué decir del área de juego.

“Pues a veces los niños vienen un rato y juegan aquí y se van antes de que oscurezca porque la inseguridad en estos lugares esta crítica y además ni dónde jueguen hay, aquí no se cuenta con centros recreativos, lo único que podemos ver son las ‘maquinitas’, donde se pasan horas los niños que no tienen que hacer, porque en las comunidades todos los niños tienen que hacer; sino es ir a cuidar borregos, es ayudar en la casa con las actividades del hogar, hay algunos que en vacaciones incluso se van a México a trabajar con sus familiares para traer que comer” Expresa un vecino de la comunidad sin detener su caminar. Al cuestionársele sobre los apoyos que el gobierno municipal ha otorgado para mejorar las condiciones de vida de este sector de la población, responde “Huy, de eso mejor ya ni hablemos, ustedes mismos pueden percatarse –señala las bardas despintadas de la escuela– de las condiciones de la comunidad”.

Sin duda pocos de nosotros en el futuro tendremos la experiencia de contar la anécdota de haber jugado en la calle, sin preocuparnos de la inseguridad, es altamente probable, sobre todo en las comunidades donde los espacios para el juego son escasos, para los niños y las niñas las calles se han vuelto una zona de peligro, debido a la infraestructura de baja calidad, la inseguridad o las tareas que estos desempeñan. El riesgo se incrementa aún más cuando quienes se supone que están para preservar la seguridad y velar por la integridad física de la ciudadanía, obligados por ley, no lo hacen y, además de abstenerse de cumplirlo, contribuyen a la misma inseguridad.
Esa situación es lamentable cuando nuestros niños y niñas tienen derecho a contar con espacios para el juego, las actividades lúdicas y recreativas, así como la práctica del deporte. Sin embargo el gobierno de Irineo Ruiz, Presidente del Municipio de Acambay no se preocupan ni ocupan de este tema.

Por eso como adultos debemos preguntarnos en manos de quiénes está la protección y la seguridad de nuestros niños que se supone son el futuro del país, qué confianza podemos tener cuando las autoridades no son capaces de otorgar espacios que puedan contribuir a su sano esparcimiento.
Así que desde cualquier óptica que veamos este tema, es necesario que entendamos que la niñez tiene derecho a crecer sanamente, teniendo claro que la integridad de los pequeños no es un juego de niños.
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