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Editorial Edición 202

  • Igmar Zárraga Domínguez
  • 6 jun 2015
  • 4 Min. de lectura

Voto: La máxima expresión de la participación ciudadana.


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El Gobierno Municipal que representa Arturo Vélez Escamilla se encuentra totalmente desgastado, como resultado de la debilidad que ha mostrado en su cargo como alcalde, pues no ha mostrado un liderazgo para emprender acciones de gran impacto que verdaderamente contribuyan a detonar el crecimiento económico en Atlacomulco. Los atlacomulquenses demandan más fuentes de empleo con salarios dignos, mejores servicios públicos, mayor seguridad y un Presidente Municipal que no sea tibio para afrontar los problemas que aquejan a la ciudadanía. Sin embargo, encerrado en su oficina e impartiendo clases en la Universidad de la que antes era Directivo, Arturo Vélez se ha empeñado en dirigir un gobierno alejado de la sociedad, a la que no escucha ni tampoco quiere ver, haciendo crecer la inconformidad y la irritación compartidas por varios sectores sociales, incluyendo a la gente que vive en las comunidades.


Tal y como sucede en Atlacomulco, hay dos razones explican por qué el régimen priísta en el norte mexiquense –con algunas excepciones-, se ha perpetuado más de ochenta años en el poder: primero, por la constante falta de transparencia de sus Presidentes Municipales en el uso y aplicación del dinero que es del pueblo y, segundo, por la nula participación de la ciudadanía en los asuntos públicos, hecho que deja en manos de la élite priísta, el poder de decisión que originariamente le pertenece al pueblo. No rendir cuentas a la sociedad está en la raíz del corrupto régimen priísta, pues ello ha propiciado que el dinero del pueblo sea manejado discrecionalmente, ya sea para amasar fortunas de manera ilícita, hacer jugosos negocios con caciques empresarios ligados a la clase gobernante o bien, para comprar votos durante la época electoral. Es el dinero del pueblo lo que mantiene muy bien aceitada la maquinaria del PRI.


Destaca, por ejemplo, la entrega sospechosa de 10 millones de pesos que apenas el pasado sábado 23 de mayo, realizó el Gobernador Eruviel Ávila Villegas a su compañero de partido Rogelio Fernando Garníca Zaldívar, durante la inauguración y entrega de la Plaza Gastronómica en la cabecera municipal de El Oro. El dinero que se le entregó al Presidente Municipal de El Oro, supuestamente está destinado a financiar los gastos comprendidos en el Programa “Pueblo Mágico”; lo cual es positivo en un municipio que obtiene importantes ingresos de sus visitantes, sin embargo, levanta sospechas por la coyuntura electoral que está en pleno auge. El mensaje fue interpretado como una “ayuda” del Gobierno de Eruviel Ávila Villegas para que repunte la candidata tricolor en El Oro. Más aún, a varios operadores políticos que forman parte de “la estructura del PRI” en ésa demarcación y que fueron detectados por militantes de la oposición trabajando en la madrugada del viernes 22 de mayo, se les comprobó su pretensión de entregar 4 mil pesos para cada ciudadano que mostrara en su teléfono celular, la fotografía de la boleta electoral en la que aparezca tachado el logotipo del PRI el próximo 7 de junio.


La nula participación ciudadana no se justifica más que por la irresponsabilidad de la gente que no quiere valorar los beneficios de vivir en un país libre y soberano. Los gobiernos hacen lo que quieren, en tanto no haya una sociedad organizada capaz de ponerles freno y de exigirles resultados concretos para mejorar las condiciones en que se vive. En un extremo de la participación ciudadana está la violencia, a la que se llega como último recurso cuando sistemáticamente se vive en un contexto de exasperación, por causa de un gobierno incapaz de garantizar el mínimo de bienestar a la gente. En la vía armada, la gente evalúa que ya no tiene nada que perder, pues hay una descomposición endémica que contamina a todas las instituciones y que lastima la dignidad de ser humano. En contraste, la vía pacífica de la participación ciudadana tiene en las elecciones, uno de los instrumentos más adecuados para renovar los órganos de gobierno, en los que se refleje la voluntad soberana del pueblo. Los intereses del pueblo, sólo pueden ser promovidos de manera legal y pacífica, acudiendo a las urnas y eligiendo a los representantes que sean capaces de defenderlos, votando por ciudadanos que no traicionen la voluntad de sus electores y que no obedezcan a intereses o grupos de interés contrarios a lo que el mandato popular requiere.


Votar es, sin duda, la máxima expresión de la participación ciudadana y el acto por el cual la democracia tiene sentido, pues el sufragio hace igual al rico y al pobre, al poderoso y al débil. En el momento en que se tiene enfrente una boleta electoral, el ciudadano tiene la oportunidad de manifestar su rechazo al gobierno y elegir una nueva alternativa que crea que le puede responder mejor; o bien, de avalar la ideología, las acciones y las medidas de quienes pretenden asumir el poder público. Gozar de derechos y exigir su respeto implica también asumir responsabilidades y responder por ellas, por ello, emitir el voto en las elecciones es la vía que tenemos para llegar al destino que queremos sin llegar a la violencia.

 
 
 

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